Podría parecer un tema secundario y que pasados unos días ya nadie se acuerda de él, pero en realidad es bastante profundo y que tiene su importancia.
Lo primero que quiero decir es que no es una hora la que hay en danza respecto a la hora natural marcada por el “padre” sol. Son dos horas en verano y una a lo largo del invierno las que alteran la evolución acumulada durante siglos y que está marcada en el ADN de la especie; y es en esto, en lo de la especie y las alteraciones en lo que me quiero centrar; porque eso de ahorrar energía para que dentro de unos días la derrochemos en bombillitas, estrellas artificiales y en árboles multicolores….pues como que es un poco absurdo…como tantas otras cosas que nos hacen comer y nos la tragamos con gusto.
Desconozco si Franco fue el culpable de este desajuste en contra de la naturaleza, o si lo hizo con miras energéticas en una España que carecía de todo y nada recibía de “los otros”, no lo sé; pero me suena a oportunismo rancio la noticia y que no debería ir muy equivocado cuando luego los “padres demócratas” adoptaron la misma medida. Podrían explicar alguna otra medida de las que se aplicaron en esos años y que bien vinieron a todos los españoles; aunque estoy seguro que inmediatamente se las atribuirían los de la “patética legión”; pero me estoy desviando del asunto.
Como animales que somos (dicen que racionales) nuestra evolución adaptativa se basa en la generalidad del resto de las especies; es decir, periodo activo con las horas de luz y letargo con las horas nocturnas; y digo generalidad porque hay animales que han evolucionado adaptándose a periodos activos durante la noche, sin duda para asegurarse la supervivencia de los depredadores y algunos de estos para aprovechar el condumio a base de los primeros. Es simple adaptación para seguir viviendo.
Nosotros, durante milenios, hemos seguido y hemos evolucionado adaptándonos a la norma general, incluso bajando el ritmo de actividad (podríamos compararlo en parte al llamado periodo de hibernación de otras especies) en el periodo cumbre del invierno climatológico; y adaptando nuestra vida a la alternancia de los periodos de luz y de oscuridad.
No nos debió de ir muy mal ya que hemos llegado hasta nuestros días y nosotros somos la prueba fehaciente de que el sistema funcionaba razonablemente bien. Pero llegamos a manipular la energía eléctrica y a sacar provecho de ello….y las cosas empezaron a cambiar….poco en un principio, pero de cualquier manera marcó un cambio transcendental en nuestras vidas (probad a pasar un solo día sin el fluido mágico y ya veréis). Pero las cosas se complicaron con el paso de las sociedades rurales a las industrializadas y ese “todos queremos más” que es el norte actual de nuestra existencia nos obligó a buscar “manipulaciones” artificiales en beneficio….de la productividad, no de la salud síquica ni física del “homo productor”.
En estas estamos cuando la globalización y determinados intereses nos obligan a realizar cambios horarios adelantando o atrasando las leyes naturales, y claro, como todavía nuestro mecanismo vital no ha evolucionado, el “disco duro” lo detecta y nos resentimos.
Quizás dentro de algunos siglos existan seres humanos con su ciclo vital cambiado y que funcionen a la perfección en horas nocturnas, o que no se resientan con cambios horarios adaptativos; pero hoy por hoy es como el constipado: a unos les afecta más y a otros menos…pero a todos les mediatiza y todos lo sufren.
Por lo tanto, es evidente de que no estoy a favor de estas manipulaciones de mi manera de vivir. Quiero seguir mi ritmo natural y en armonía con la naturaleza. No quiero ni un solo minuto de adelanto o de atraso, y menos aun dos horas de las de 60 minutos en verano.
Echo de menos las tardes de invierno a la luz de la lumbre escuchando las historias del abuelo o los comentarios de cómo había ido el día en vez de retorcerme las neuronas con la TV y la cultura que nos largan. Y me sobran todos esos que me “iluminan” o me “apagan” por decreto.
Horario natural ya.