Agresiones Invisibles
La punta del iceberg
En España, tres mujeres denuncian violaciones cada día. Pero la violencia sexual está en todas partes. Es una pandemia mundial
Lola volvía a casa del súper. Era pronto, pero ya había anochecido. Un chico le pidió que dejara abierto el portal y no tuvo problema: "Estaba tranquila". Arriba, en el tercer piso, esperaban su marido, su bebé y un amigo. "En el primer rellano me cogió, me estampó contra la pared y me metió mano. Me pude zafar y salir corriendo, pero no conseguí gritar. Era como en las películas, abría la boca y no salía sonido".
Ana: "Lo peor fue la tara que se me quedó. Lo veía por todas partes y no soportaba ir en transporte público"
En el caso de Marta* era verano y plena luz del día. Pasaba unos días en un pueblo y salió a dar una vuelta por el campo. Se agachó para atarse las zapatillas. Vio a un señor en el que no había reparado. Siguió caminando y en la tercera curva, se lo volvió a encontrar: "Estaba desnudo y tocándose. Me miraba. Eché a correr y, a la media hora, di media vuelta. Seguía desnudo y no me quitaba ojo. Pasé a su lado, pero no bajó la mirada. Sentí mucha vergüenza y decidí no contarlo. A las horas, se lo comenté a mi chico. Me sentía sucia".
Ana se bajó del autobús a la altura de Las Rozas (Madrid). Se dirigía con los cascos puestos a subir al puente para cruzar la autopista. Un hombre la siguió, le tocó el culo y la increpó. "No tenía escape. Si subía al puente, no había nadie más. Fui corriendo hacia una ITV cercana y los chicos salieron a por él. Cogió el autobús en sentido Madrid. Lo peor fue la tara que se me quedó: lo veía por todas partes y no soportaba ir en transporte público".
"Soy una persona de carácter", asegura Lola, "si me preguntas antes de aquello digo que me sé defender. Pero no, no me defendí. Tengo pendiente aprender defensa personal. Lo que consigue en unos minutos, que no son nada para él, es meter miedo a la otra persona". Marta fue con su pareja a casa del hombre. Él dijo que no sabía quién era. "Me vine arriba y le exigí que me mirara a la cara. No fue capaz, se derrumbó y me pidió perdón. Yo ya tengo una edad, pero ¿y si le pasa a una adolescente?".
Las agresiones sexuales forman parte de nuestro día a día. Están en cada calle por la que pasea una mujer mientras escucha algún comentario desagradable que muchos entienden como piropo. Están cada vez que a una chica le tocan el culo en una discoteca o en el camino de regreso a su casa. Están en España y en todas partes: en las universidades de Estados Unidos, en las aceras de Buenos Aires, en los vagones de metro de Japón... La violencia sexual es una pandemia mundial, pero no la vemos. O no la queremos ver. Las agresiones sexuales son invisibles. Voluntariamente invisibles.
http://www.elmundo.es/especiales/agresiones-invisibles/
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