Hace ya algunos años, tuve la oportunidad de viajar a Cuba; que sin duda, es dónde se puede ver el resultado de un régimen comunista mezclado con los genes hispanos.
El alojamiento era en un hotel que estaba reservado exclusivamente para los turistas. Allí había casi de todo. Buena comida, buen ron, e incluso aire acondicionado; lo que era casi desconocido para el resto de los cubanos que se tenían que conformar con los típicos y enormes ventiladores de techo.
Para el servicio de abrir y cerrar las puertas del ascensor, había un joven de unos treinta años de trazas carpeto- vetónicas inequívocas. Solo esa manera cansina y pausada de hablar le diferenciaba de un paisano cualquiera de Albacete….por ejemplo.
La circunstancia de ser español me facilitó el establecimiento de una cierta relación amistosa con aquel hombre, y no tardé en meterme en diálogos políticos y sociológicos con él.
El hombre tenía estudios superiores de ingeniería, y su especialidad estaba relacionada con la automoción. Por supuesto, de forma inmediata le pregunté el por qué de trabajar de ascensorista en vez de hacerlo en la especialidad de su formación; y su respuesta vino a ser poco más o menos así.
Decía el hombre que el equilibrio entre la oferta y la demanda estaba desequilibrada totalmente; además el mercado era inexistente. Allí solo se podía aplicar en la manufacturación de piezas artesanales para el mantenimiento de la flota automovilística “tradicional”; curiosamente integrada, entre otros, por camiones Pegaso españoles de segunda mano. Además el trabajo estaba “repartido” de forma inmisericorde por “El Partido”. De nada servía la capacidad ni el esfuerzo de los trabajadores. Daba igual trabajar más o mejor. No había posibilidad de mejorar por encima de lo ya estipulado por los dirigentes. Tampoco había posibilidades de adquirir más cosas y mejores para la familia, ya que todo lo controlaba el gobierno y la oferta no existía, salvo que se hiciese bajo cuerda y con el riesgo de ser denunciado por el más insospechado de tus vecinos.
En definitiva, que si trabajaba en el hotel para turistas, era porque podía hacerse con moneda extranjera , fármacos , productos alimentarios inalcanzables para el resto de cubanos , y curiosamente ropa vaquera ( allí los pantalones vaqueros eran todo un tesoro); y en resumen porque era igual trabajar en un sitio o en otro ya que para nada servía el esfuerzo para mejorar; y como en el famoso esket cómico…”si hay que ir se va, pero ir para nada…es tontería”.
Así que efectivamente. Allí no había ricos ni pobres. El comunismo lo había solucionado y ahora eran todos pobres. Y lo que era peor. De nada servía el esfuerzo personal y particular para tratar de mejorar aquella situación.
Ahora la sanidad.
Y esta vez nos trasladamos a Rumanía . Otro paraíso comunista, que como sus consecuencias sociales han sido tan exitosas podemos constatar cómo sus agraciados ciudadanos se quedan en su tierra para disfrutarlo.
Esta vez se trata de un abuelo español que va a visitar a su hijo casado con una bellísima rumana y piensa que puede hacer algún tipo de negocio en una nación supuestamente emergente y por construir.
Te advierto, Exceptio, que este abuelo hispano es un “rojelio” de casta. Ninguna sospecha de simpatías capitalistas ni nada de eso ( aunque cuando le tocan el “reparto de bicicletas” siempre se niega porque él si tiene bicicleta).
Como el abuelo es de los que llegaron a vivir la guerra, y tiene más goteras que una chabola abandonada, pues le viene una subida de tensión que casi le manda al valle de Josafat.
El primer problema viene con el traslado. Una hora tardó la ambulancia en llegar. Otra en llegar hasta el único hospital de referencia. Por medio, un viaje para olvidar por carreteras decrepitas y llenas de revueltas ( el único eje de autovía es el existente , más o menos, entre Ploesti, Bucarest y poco antes de cruzar el Danubio camino de Constanza). “Allí solo porque no cabía nadie más, tendido en una camilla de las de la guerra de África, y “agarrao” a una manilla que debía estar puesta al efecto para no salir disparado en alguna de las curvas o de los botes que aquello daba”
Una vez en el hospital, constata que aquello es lo más parecido a un hospital de sangre en época de guerra. Viejo, decrepito, salas enormes repletas de camas y biombos como en las películas, mobiliario sanitario como el de los hospitales españoles de los años cincuenta…pero con unas enfermeras “buenísimas” y guapotas. “ Te juro que aquello era lo único que me ataba a la vida” contaba el abuelo.
El resultado fue, que una vez recobrada medianamente la salud, el abuelo dio por terminada su visita, y adelantó de forma inmediata su vuelta al “infierno capitalista”. Si su hijo quería hacer negocios allí, que lo hiciese; pero él no volvía ni “atao”.
La vivienda.
Aquí las diferencias son extremas.
En este caso también ha sido una apreciación personal en intransferible, y también en el apartado rumano.
Si visitas la Bucarest de hace muy pocos años podrás constatar el contraste entre la capital de antes del comunismo, la de la época comunista, y la que muy poco a poco va emergiendo.
La primera es de corte occidental, e incluso una copia en miniatura del esplendor parisino. Ahora está en un estado de dejadez deprimente (cornisas que se caen, edificios accidentados por cualquier causa que se quedan en ruinas, verdaderas nubes de cables de todo tipo atravesando las calles de fachada en fachada, etc).
La segunda, la comunista, es monocromática ( gris cemento), rectilínea, sucia, llena de perros abandonados, curiosamente sin persianas ( allí se utiliza el papel de aluminio a modo de aislante), grandes bloques todos iguales y sin ascensores, y llenos de vehículos Lada y Dacia que son los R-12 y los 1430 de los años 70 en España . También se pueden visualizar ahora algunos modelos de lujo europeos ( supongo que serán los que roban aquí, o que poco a poco las preferencias populares derivan desvergonzadamente hacia el capitalismo automovilístico).
El único edificio impresionante construido por el comunismo redentor es el antiguo palacio presidencial ( si quieres te cuento la historia de este edificio), y según me contaron, andan dudando si volarlo o aprovecharlo ( de momento lo aprovechan)
Luego puedes ir viendo las edificaciones que poco a poco van surgiendo. Estas son más o menos como cualquiera de las que podemos ver en España. Los nuevos dirigentes y clase emergente se construyen chalets a la moda capitalista, y los gitanos y emigrantes que llevan euros ( allí se funciona con el Lei) se montan unas mansiones de **** madre ( son un poco exagerados) Curiosamente han abandonado el estilo comunistoide y no veas cómo les gusta la moda capitalista.
Se me olvidaba. Allí todo Cristo tiene antenas parabólicas. Algunas tan grandes que ocupan la totalidad de los balcones y las emisiones nacionales son machaconamente folklóricas.
Quizás estos ejemplos, vividos in situ, sirvan para constatar los adelantos sociales propiciados por el comunismo redentor de la clase popular.
Yo digo como el abuelo: “Ni atao”
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