Todo lo que rodea a Podemos es una sarta de mentiras, una detrás de otra, con las que por desgracia han conseguido engañar a un sinfín de incautos que en su mayor parte se han creído de buena fe el mensaje renovador de estos aprendices de chavistas diciendo lo que el pobre quería escuchar. Sin embargo, desde que Monedero fuera pillado in fraganti intentando ocultar a hacienda el origen de sus ingresos, Errejón descubierto aprovechando fondos públicos para vivir la vida loca, Iglesias viajando en business y con un iPhone 5 y el argentino que viene a la sanidad española y paga a su cuidador en dinero negro, creo que la credibilidad de Podemos ha perdido unos cuantos enteros. Lo cierto es que, a estas alturas del dilema de lo que es Podemos, sólo me puedo fiar de mis sentidos. Y mis ojos, aunque miopes, todavía ven y mis oídos, que ya no son tan finos como fueron, todavía oyen. Y mis ojos y mis oídos me dicen que el que se comporta como un déspota y habla como un déspota, es un déspota. Y entonces, llego a la conclusión de que no me gustan los déspotas y hay evidencias a cientos.
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