IV PARTE. bis)

Su detención, sin embargo, condenó el dispositivo de vigilancia del piso del Paseo de Extremadura. Aldana Barrena era, en realidad, el contacto de María Jesús Arriaga Arruabarrena en Francia. La operación policial, convenientemente ventilada en forma de titulares, puso en alerta a María Jesús.
En aquel momento, ella había viajado a Villafranca de Ordizia, en Guipúzcoa, y pasaba unos días con su familia. Nadie consideró realizar un seguimiento más allá, debido a que el grupo policial que la vigilaba contaba con que volvería a tiempo de recibir al comando Madrid. María Jesús jamás volvería al piso, sino que huyó desde su pueblo a Francia cuando se hizo pública la detención de Aldana Barrena.
La huida de María Jesús siempre fue considerada un "fallo" de la Policía española. A raíz de la detención en Orleans de ella y su hermano, en 1997, El País afirmaba textualmente: "Con la detención de María Jesús Arriaga Arruabarrena, exmiembro del comando Madrid de ETA, la policía francesa enmendó ayer un fallo cometido por sus colegas españoles hace cuatro años. Entonces la activista logró eludir la vigilancia a que estaba sometida en torno a su piso de Madrid y huir a Francia con su hermano Rufino, relacionado con el mismo comando".
El piso del Paseo de Extremadura, 71 quedó abandonado a principios de octubre de 1992, por tanto. Y debido al propio funcionamiento interno de ETA, en donde los comandos eran independientes de los responsables de infraestructura -todo estaba montado como una serie de compartimentos estancos, por seguridad ante posibles detenciones-, nadie del comando Madrid podía saberlo.
Por consiguiente, la pista de los terroristas del comando Madrid, cuyo piso franco estaba hasta ese momento perfectamente localizado, se perdió irremediablemente en el momento de la detención de Aldana Barrena.
Fuente policiales consideran sin ningún género de dudas que el arresto de Aldana Barrena tuvo como objetivo impedir la detención del comando Madrid
Fuente policiales de la lucha antiterrorista consideran, "sin ningún género de dudas", que el arresto de Aldana Barrena tuvo como objetivo impedir la detención del comando Madrid. "Cuando está a punto de llevarse a cabo una operación antiterrorista de gran calado", afirman, "es de manual suspender todas las aquellas colaterales de carácter secundario que pudieran obstaculizar o frustrar la operación importante". En el caso de Aldana Barrena con mayor razón todavía; éste fue puesto en libertad poco después de haber sido detenido, lo que demuestra su nula relevancia a nivel judicial.
Llegados a este punto, surgían algunas preguntas inevitables: ¿quién tomó la decisión de ese arresto? Y lo que era más importante: los responsables que dieron la orden, ¿sabían realmente que podía pasar lo que realmente pasó, es decir, la desaparición de la única pista sólida para tener localizados y controlados a los terroristas en la capital?
LLAMADAS SIN RESPUESTA

Mientras, sin saber que María Jesús Arriaga Arruabarrena no había vuelto a su piso de Madrid, el grupo terrorista que operaba en la capital trató de ponerse en contacto con ella pocos días después de la detención de Aldana Barrena.
Siguiendo la lógica dinámica de la banda terrorista, miembros del comando Madrid tuvieron que intentar comunicarse con María Jesús, en este caso a mediados de octubre del 92. Todo fue inútil porque ella ya había huido.
A esas alturas, para mí ya casi no quedaba ninguna duda: uno de los que llamaron tenía que ser Jesús García Corporales, con quien la propia María Jesús se había encontrado meses atrás y "mantenía una relación sentimental". No sólo había sido identificado en algunos informes policiales -con el apodo de Carlos-, sino que era sospechoso ya desde principios de los años 90 de haber pertenecido al comando Madrid de ETA. Informaciones periodísticas de entonces apuntaban a su pertenencia a la banda terrorista como miembro de dicho comando (junto con Anboto y Kantauri).
Algunos informes sitúan al etarra en el segundo coche que estalló en el atentado en el que mi padre murió asesinado
Incluso algunos informes policiales de la época, ya mencionados anteriormente, situaban a este etarra en Madrid en enero de 1993, dentro de un Ford Fiesta rojo matrícula M-0050-IX: el segundo coche que estalló en el atentado en el que mi padre murió asesinado.
Nuevamente aparecía el nombre de Jesús García Corporales, e incluso la propia Policía Nacional sospechaba que él era uno de los autores materiales del atentado que acabó con la vida de siete personas en una masacre que, además, dejó más de 20 heridos. En el informe del 22 de junio de 2015 que me filtraron se puede leer textualmente: "En base a los indicios obtenidos en aquella investigación, podría afirmarse que el citado Jesús García Corporales pudiera ser uno de los integrantes del comando Madrid el 21 de junio de 1993, fecha de perpetración del atentado objeto de este informe".
García Corporales, el primer preso de ETA con quien mantuve contacto en la cárcel de Zaballa. El mismo que negó toda relación con ETA desde el año 1989. El mismo que aseguró que jamás había pisado Madrid. El mismo hombre bajito, afeitado y con gafas, vestido con un jersey de lana, de voz suave. El mismo que se había arrepentido de su pertenencia a ETA, que había pedido perdón a las víctimas del terrorismo.
El mismo que había salido de la cárcel definitivamente el día 28 de diciembre de 2014 tras pasar en prisión casi 20 años por dos condenas: una de 64 años por el intento de asesinato de tres guardias civiles en 1989 y otra, de 19 años, por su participación en uno de los atentados contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Llodio (Álava), ese mismo año.
Su salida de prisión, cinco años antes de lo previsto en un principio (2019), fue decisión de la Sección Tercera de la Audiencia Nacional, que descontó de su condena máxima -30 años- la pena purgada en Francia. Esta reducción fue solicitada por el propio García Corporales en abril de 2014.
En definitiva, el mismo García Corporales que a pesar de los indicios de su actividad en los años 90, reflejados en informes policiales incluso a día de hoy, únicamente fue juzgado por atentados cometidos en un etapa como legal -no fichado por la Policía- vinculado al comando Araba de ETA, pero jamás por sus presuntas actividades como liberado -fichado, pero aún en libertad- en el comando Madrid de la banda terrorista.