El 12 de julio de 1979, en la cafetería del hotel Corona de Aragón, situado en pleno centro de Zaragoza, comienza a arder el aceite de una sartén freidora de churros y el fuego se extiende rápidamente a las plantas superiores.
El resultado de la tragedia fue totalmente desalentador: 78 muertos y 113 heridos, en su mayoría por inhalación de monóxido de carbono o por fracturas graves al lanzarse al vacío, presos del pánico.
Desde el primer momento aparecen las dudas acerca de lo acontecido: ¿se trata de un accidente o de un atentado? En aquellos días, el hotel acogía a numerosos militares y familiares (entre ellos, Carmen Polo –viuda del general Franco- acompañada de los marqueses de Villaverde y sus hijos) que iban a asistir a la ceremonia de entrega de despachos en la Academia General Militar.
Los pocos empleados presentes intentan sofocarlo, pero ante la magnitud que cobra dan la alarma y huyen.
En pocos minutos el hotel arde por los cuatro costados. Algunos huéspedes consiguen huir por la puerta, otros son rescatados en los balcones, los más decididos saltan a las lonas de los bomberos –alguno de ellos, causándose fracturas graves.
Los más desesperados se arrojan al vacío desde las ventanas, falleciendo la mayoría. Varios huéspedes son salvados desde la azotea por helicópteros estadounidenses de la base de Zaragoza. Y unos pocos, asombrosamente, se ponen a salvo anudando sábanas y deslizándose hasta la calle.
Desgraciadamente, otros siguen durmiendo en sus habitaciones y algunos mueren por asfixia.
En la fotografía actuación de los Bomberos de Zaragoza.
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