Arano, no hace falta que te disculpes. Aquí ya nos conocemos todos.

Para que te sientas orgulloso, te contaré que, aquellas manos ensangrentadas por la pérdida de los guantes y de lo que el atolondrado bombero ni se había dado cuenta, fueron curadas por apresuradamente por un policía municipal quien, tras llevarle al chaval un vaso de leche de un restaurante cercano para “aclarar la garganta y que sirviese de alimento”, le cedió sus guantes de cuero reglamentarios para que se protegiese.

Son tantas las veces en que los caminos profesionales de policías, sanitarios y bomberos coinciden, que no se puede separar las acciones de unos y otros.

Un saludo.