Ya ha pasado el primer año llamado del reenganche y sigo pensando si merece o no la pena de continuar uno más. Si miro el factor económico tal vez, aunque por muchos más que me quedase la cuenta ahorro no va a ser mucho más honrosa de lo que hoy es, mucho menos se acercará ni por asomo a la que tenga en propiedad el político que menos gane de los que conocemos, y seguirá tocando estar en la cada vez más difícil calle de cualquier ciudad o pueblo de esta nuestra querida España.
Van pasando los años inexorablemente y siento decirlo, las ilusiones van cayendo como las hojas de los árboles en el otoño, lentamente entre los crujidos silenciosos del tiempo desapacible de la estación. Me pregunto cada día cual es la causa del bajón, y ante esta pregunta muchos dirán que son los años de servicio que te queman como a cualquiera tras esos casi treinta seis años de servicio, aguantando dentro y fuera del cuartel lo que quizás nadie sepa nunca jamás.
Hace no tantos años de los que les pueda a ustedes parecer, vivía haciendo mi trabajo a la vez que disfrutaba del mismo, entre sonrisas y buen humor entre todos los compañeros gozando de esa camadería que entonces existía, en cada servicio y como no, en esos momentos de descanso en los que casi todos los que nos podíamos juntar, tomando esos largos cafés en el bar vecino.
Nada queda ya de los tiempos pasados y nada mejorable espero de los venideros, quizás me haya convertido en un caimán mayor, viejo, como esos viejos elefantes que fueron orgullo de la sabana y al final se retiran dejando pasar a los nuevos que vienen con otras maneras y formas, tanto en mandos como en guardias.
Atrás quedarán los momentos difíciles vividos en algunos servicios, los centenares de auxilios prestados y que casi siempre pasan inadvertidos, esos auxilios realizados en los más remotos puestos que se los lleva lejos, el viento de la historia de cada compañero ¿qué somos los guardias civiles? , no tengo la respuesta, solo se que hemos tenido una vida profesional dura, difícil , vida que cada uno de nosotros conocemos por llevarla en el interior de nuestro corazón y nuestra cabeza cada día que vivimos, como callos en nuestro cuerpo, desconocida a veces por nuestras propias familias.
No piensen ustedes que estas palabras signifiquen el tener un estado físico o mental deteriorado, tal vez no sea el único que así piense cuando la mente y el corazón gozan de ese sosiego que los años dan, pero creo que mi palabras serán entendidas por ustedes.
Uno se irá con la cabeza alta, pero poco más quedará que los recuerdos de los servicios prestados a una sociedad que va perdiendo los viejos valores morales y éticos a paso agigantados, no pocas veces tomando ejemplo de aquellos que se erigen como portadores de la justicia y no se de cuantas cosas más mientras desvalijan nuestros bolsillos al mismo ritmo que ellos se los llenan . . . esos son los valores que priman en nuestra sociedad.