Pilar Villacorta: la voz de las mujeres en la Guardia Civil... que sufre lo que denuncia

Es la única mujer en el Consejo de la Guardia Civil. Ha denunciado casos de acoso sexual en el cuerpo y de trato discriminatorio. Paradójicamente, hoy la víctima es ella
El nombre de Pilar Villacorta (Palencia, 1970) quizá no les diga nada. Pero su papel es fundamental en el día a día de las 5.067 mujeres que hay actualmente en la Guardia Civil (varones son 76.845). Y no hay que ser director de recursos humanos de ninguna gran empresa para saber que un creciente 6,59% de féminas con tricornio es una cifra a tener en cuenta.
Esta mujer menuda y de discurso firme —podría pasar por una motera contestataria: pelo caoba, tatuajes y hombro al aire— es una autoridad en el instituto armado. Es la única mujer vocal del Consejo de la Guardia Civil, un órgano en el que están representados el Gobierno y las diferentes asociaciones y colectivos de guardias civiles de nuestro país. También es vocal en el Comité para la Igualdad efectiva de Mujeres y Hombres, y fue hasta fin de octubre de 2016 secretaria nacional de la Mujer de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), un organismo que es el mayoritario y agrupa a 31.000 efectivos de un cuerpo donde aún se palpa el miedo a estar sindicado.
El acoso sexual y el chaleco solo para hombres

Villacorta pertenece al Seprona y actualmente está destinada en Cantabria. Entró en 1993 en el cuerpo. Aquí ya es fácil imaginar a esta licenciada en Biblioteconomía y Documentación y técnica en Igualdad de Género, madre de dos adolescentes y enamorada de la vida rural, con una moto de campo. Círculo cerrado. Gracias a su labor, casos tan escalofriantes como el de la guardia murciana que fue violanda y obligada a abortar por un superior en la región de Murcia, como contamos en El Confidencial, salieron a la luz. Y es que en la Guardia Civil "hay muchas Zaidas", declara Villacorta, haciéndose eco de las vejaciones que denunció la militar Zaida Cantera. O detrás de la guardia destinada en Salamanca, que se enfrenta ahora a una pena de prisión (de seis meses a seis años) por no ponerse un chaleco antibalas de hombre (y que le estaba grande) y llevar uno que se había comprado ella misma ajustado a su talla y género.
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