En muchos sentidos, aun sintiéndonos orgullosos de lo que somos, no podemos negar que damos pena en nuestro servicio diario, no por nuestra voluntad ni profesionalidad, pero si por nuestros medios, por nuestro estructura y por la casi nula prevención ante la poca presencia en las calles, ciudades y pueblos. Esto lleva tiempo a la deriva y nadie quiere enderezarlo con reformas de calado para dar un servicio de calidad. La pregunta que hay que hacerse es clara ¿que seguridad podemos tener y dar tal como estamos?
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