Crecientes rumores sobre privatización de policía y guardia civil

Los días en que un policía o guardia civil aspiraba a llevar una vida digna o medio digna parecen estar contados.
Sobre el horizonte se perfilan ya los negruzcos nubarrones de sueldos de 800 euros y ausencia de derechos. “Racionalización del gasto”, “medidas contra el déficit público, “equiparación al sector privado”, supongo que serían eufemismos a emplear.


Obviamente, los rumores, cada vez más intensos, sobre la progresiva privatización de fuerzas y cuerpos de seguridad obedecen a una lógica irrebatible: el “mercado” no se va a detener ante cualquier sector del que pueda arrancar rentabilidad.

Poco importan las consecuencias sociales. El beneficio inmediato de unos pocos es lo que cuenta. El negocio de los escoltas, la vigilancia exterior, y otras funciones, han encendido la llama de la codicia en demasiadas pupilas. Poco dispuestas, por supuesto, a pagar sueldos dignos y respetar derechos ajenos.

Ciertamente, cuando se contempla el sector privado de la seguridad y se compara con el estatuto de policías e incluso guardias civiles, pensar que “a mi no me puede ocurrir eso” es, a estas alturas, una ingenuidad irresponsable e irritante.

En este sentido, la vigilancia y custodia de personalidades podría comenzar a desempeñarse casi en exclusiva por escoltas. A su vez, subcontratados por empresas privadas. Muy cándido habría que ser para no sospechar que estas empresas se encontrarían vinculadas a familiares de altos cargos o ex altos cargos. Si yo fuera policía haría oreja (nunca mejor dicho lo de … Oreja). La protección ciudadana continuaría raquitizándose, con abandono en medios y seguridad, comisarías cada vez peor dotadas y agentes agotados y desmotivados. Hasta alcanzar un nivel meramente simbólico. Tal vez para hacer creer a algunos ciudadanos aquello de que “la policía está para protegerle”. Y no dudo que la vocación de policía y guardia civil sea esa. Pero pongo en tela de juicio que se corresponda con la de los gobernantes.

Así, una simple patrulla cubriría amplísimas e inabarcables zonas con la consigna de hacerse notar para conferir apariencia de medios ante la ciudadanía. Pero en la práctica la mayoría de los ciudadanos quedarían desprotegidos. Por no hablar de los propios agentes, que habrían de padecer infinitos escenarios con unas retribuciones por debajo del mileurismo y en un entorno hostil, con delincuencia disparada y desaforado descontento y odio social. Eso sí, los empresarios de la seguridad verían reventar sus cajas fuertes, muchas de ellas, ¿para qué negarlo? en paraísos fiscales y dinero negro.

¿Policía científica, unidades de informática, etc? Sobran jóvenes preparados y dispuestos a trabajar “por lo que sea”. ¿Para qué engañarnos?

Algunos piensan que podría mantenerse una suerte de núcleo duro en las UIP, los llamados “antidisturbios”, pues las algaradas se prevén crecientes y cada vez más violentas. Pero hasta eso parece tremendamente dudoso. No resultaría muy difícil contratar a jóvenes cachas, por dos duros, a los cuales, tras un curso de formación, se les encomendarían funciones de antidisturbios impregnadas de ciega obediencia.

Estos días, sin embargo, algunas luces han contrastado con las nubes negras que si vislumbran. Funcionarios policiales de paisano se han enfrentado con agentes de la UIP. La conciencia de “lo que les ocurre a los demás españoles me afecta a mi” parece que empieza a calar en algunos.

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