Primero quiero mandar un cariñoso saludo a nuestra “Faraona”. También es un placer para un servidor el poder leer ….todavía, reflexiones y opiniones basadas en el raciocinio y el sentido común; pero no pienses que es una vuelta de “tito arevacoss”. En realidad son las circunstancias sociales las que me impulsan y me lo permiten hacer a pesar del desencanto que me genera el circo mediático en que se ha transformado España.

Señor Pastor. Junte usted en una coctelera la ignorancia (incultura más una buena dosis de vagancia), la envidia, el resentimiento, el egoísmo, mucho de sectarismo, y esa condición que adoptan con exageración algunos individuos respecto a ideas y modos que considera distinguidos y que ahora se llama esnobismo, y encontrará usted el combustible que mueve el motor de tanto imbécil e “imbécila”.
Este coctel, si se sabe conjuntar adecuadamente y posteriormente se sirve en el momento adecuado puede ser letal para cualquier sociedad. Pero lo preocupante e incomprensible para un servidor es que a estas alturas de la historia, en que se tiene acceso a todo tipo de información y las posibilidades de acceder a la cultura son impresionantes, todavía este veneno sea capaz de ser activado.
Cualquier hijo de vecino puede comprobar, a muy poco que se esfuerce y por muy oxidadas que tenga las neuronas, cómo este tipo de ideologías son capaces de arrasar sociedades enteras y son las más humillantes para la condición humana. Prueba de ello son las migraciones que se producen en esas sociedades en cuando tienen la más mínima ocasión, y casualmente nunca se dan al revés; es decir que aquellos que viven o han vivido en esos paraísos populares y progresistas los abandonan vergonzosamente en cuando pueden; pero son pocos o ninguno los que dejan los estercoleros democráticos para respirar libertad e igualdad en los países de regímenes paternalistamente totalitarios.
Luego tenemos otro mantra: la sacrosanta República.
En principio, y asépticamente entendida, la República no tiene nada de malo como opción social. El problema viene cuando le ponemos el apellido. Pregunte usted a un “republicano” como desea que sea “su república”: ¿Democrática?, ¿popular?, ¿socialista?, ¿independiente?, ¿federal?, ¿ibérica?, ¿autonomista?.... Ya verá usted como llega un momento en que será capaz de escuchar como chirrían las neuronas de su interlocutor y hasta puede que llegue usted a escuchar, como me ocurrió a mí: ¡¡¡ República republicana !!!
En fin. Me voy a la cocina a desayunar. Que un servidor no anda económicamente dotado como para hacerlo en cualquier otro sitio con añadidos económicos sobre el precio de mercado.