Parece que hay bastante consenso en que los principales males provienen de un sistema que permite a una clase política medrar a su antojo y capricho de una forma tan abusiva que recuerda a esas formas que hicieron perder el cuello en la guillotina a más de cuatro en la Revolución francesa.
Pero parece que se ha apuntado también un detalle imprescindible. Esos políticos no han surgido por generación espontánea ni han venido aquí en el seeno de un paltillo volante. Surgen de un conjunto general llamado pueblo, que o bien tiene todos los defectos y ninguna virtud, cosa que no es posible ni se constata en la calle ni en la historia, sino que más bien ese pueblo selecciona lo peor de si mismo para llenar las filas, las numerosísimas e impresentables filas de la clase política.
Fijémonos en un detalle simple, la conducción. Con mis más de 500.000 kilómetros cada día que cojo el coche no me engaño ni me hago ilusiones, voy a la Batalla de Inglaterra. Desde que me pongo en ruta tengo mucho cuidado de mirar que messermich se me va a poner en la cola avasallándome con sus motores para echarme a un lado, o cual otro me va a superar por cualquiera de los lados no dejándome margen para dejar paso al aparato que quiere incorporarse, si o si, a la corriente sin intenciones de ceder el mínimo paso. No espero clemencia ni el menor detalle de amabilidad, y sé que si declaro mis intenciones poniendo un intermitente, rápidamente aceleraran para evitar que pueda convertir mis intenciones en un cambio de carril. Cuando llego a una rotonda se positivamente que el que va a entrar acelera, aunque yo ya esté dentro, porque las rotondas en España no están hechas para acelerar la incorporación de una forma inteligente, sino para que los que vienen por la izquierda tengan preferencia desde que salen de la puerta de su casa. Los coches más caros no representan a gente más educada, sino que representan aparatos enemigos mucho más peligrosos que me la van a jugar más seguramente.
Un pueblo que conduce de esa manera da mucha idea de su idea social y el margen que concede a los otros.
Pues bien, si para mi negocio particular buscase un director general, en la entrevista dejaría de lado a alguien que viniese sin carnet por haber perdido todos sus puntos acumulando decenas de sanciones. Lo dejaría de lado porque o es un impresentable, o es alguien que lleva en la sangre un instinto agresivo letal. Lo más seguro es que hundiese mi empresa.
Lo que no querría para mi empresa, en este país lo seleccionamos como caciquillo de un partido político, para que medre a sus anchas sin ningún conocimiento técnico práctico y termine siendo el directamente autor de la fortuna de miles de empresas cuando lo "premien" siendo ministro.
Eso es este pueblo y esos los políticos que cosechamos.
Un saludo
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