El fin de la Edad Media se caracterizó en Europa por el ataque de un poder central en los Estados sobre los Feudos locales (Taifas). Los países con pujanza fueron los que lo lograron, y para ello en España los Reyes Católicos (Castilla y Aragón, Aragón también) tuvieron que derribar más de un castillo poniéndolo en ruinas para aplacar las ambiciones del señor local.

Los pequeños feudos que se mantuvieron nunca tuvieron potencia económica ni importancia local, estando a merced de los grandes (España, Francia, Inglaterra, Rusia) hasta que en el siglo XIX se unieron a su vez los pequeños feudos de otros sitios creándose con pujanza Italia, Alemania y Austria Hungría.

Pero el factor decisivo que marcó la importancia de los nuevos Estados modernos a partir de finales del XVIII y desde entonces fue la industria. Los países que tuvieron importancia decisiva fueron los países industriales. La industria fue la diferencia entre mandar o pedir limosna.

En el siglo XX, como parásito asociado a la industria surge el sistema de pujanza financiero, hipertrofiándose en muchos países en una especie de vivir del milagro, pero siempre asociado a la especulación y el peligro del derrumbe de las sucesivas burbujas, quedando perfectamente claro para quien lo dudase que solo los países industriales tienen éxito y posibilidades de futuro económico real.

En España, a estas alturas, habiendo hecho mal todas las asignaturas desde principios del siglo XIX, seguimos en la fase de empezar una y otra vez a definir esto. Parece ser que nuestra aspiración ideal es volver a la Edad Media donde siervos de la gleba aclaman y corean a su señor local, dividiendo el conjunto nacional que una vez fue pujante y fuerte, (la primera potencia europea) en multitud de pequeños Feudos o Taifas cada uno de los cuales es un cero a la izquierda por si solo en el conjunto Nacional, no digamos en el europeo. Parece ser que los españoles actualmente tienen cabeza para llevar los cuernos que les ponen sus propios políticos, y hacen las cosas con los genitales, muchos de ellos ambiguos y travestidos, dicho sea de paso.


Es triste constatar también que no hay un supremo sentido nacional por parte alguna, y que los antiguos españoles han dado en ser ahora meros peperos o psoeros, o comparsas de partidos políticos que como su propio nombre indica parten el sentido y esencia nacional en simples intereses de oligarquías de bolsillo lleno.


Pero bien, analizada la situación económica, que si necesidad de radiografías puede afirmarse que se compone de muchos huesos rotos, podríamos preguntarnos que es mejor para Asturias, o Extremadura, o Andalucía o Castilla y algunas más, ¿que se separen Cataluña y Vascongadas o que no se separen?


Con muchísimas posibilidades de acertar, que se separen sin ninguna duda. Separados estos Feudos, tan malos socios para el conjunto, con sus Barones locales tan mezquinos, insustanciales, analfabetos políticos, y criminales para el conjunto, el resto de España puede despegar, no a ser un país de potencia, por supuesto, pero por lo menos un país decente y con futuro.

Porque desengañémonos, Con el batiburrillo actual de Taifas a lo único que vamos es a ser un país tercermundista, bananero, y mamporrero de cualquier chulo que quiera tosernos a cambio de meras limosnas.

Estamos empezando a convencernos todos que lo mejor es que se separe Cataluña, para poder vivir todos los demás sin los continuos dolores de cabeza y sangrías que nos da Cataluña.

Parece una excelente idea.