No habrá tantas independencias, no las habrá, pero no por falta de ganas de una clase política que es la auténtica chusma de este país, no por ellos.


Un ciudadano catalán en estos momentos solo tiene lo que uno de Córdoba. Un trabajo cada vez más precario y en riesgo, un futuro más bien incierto para sus hijos, una hipoteca monstruosa, un montón de impuestos que pagar y la calle para correr.


El sentimiento que un cordobés tenga de Córdoba, o un catalán de Cataluña, no se lo quita nadie.

Cuando el listillo de Mas, (no desprovisto de fondos en Suiza) habla de separación, habla de estructuras propias de un Estado, es decir, de una infraestructura más costosa que tendrá que pagar ese ciudadano catalán, al cual le van a cobrar hasta por correr por la calle para pagarlo.

Y el ciudadano que no se de cuenta de esto, más bien es un poco borrego, no promesa precisamente de futuro premio Nobel.


Pero España es un conjunto de tribus parecidas a las etnias gitanas, peleadas siempre entre si. De su pelea se beneficia los políticos taiferos, no los ciudadanos, claro es.
Y en esas separaciones con tantos Estados independientes, solo pasa como esos matrimonios mal avenidos, que con la suegra, el hijo yonki, la hija en el paro y sus 400 euros de pensión, no les da para separarse.

Qué más quisieran que separarse los políticos de todos los pedazos, que más quisieran, pero con la pensión, me temo que no les da.

Ahora bien, es preciso reconocer, que desde un punto de vista económico y moral, la separación de Cataluña tiene muchas más ventajas que inconvenientes para el resto de España. Muchas más.

Pero a los catalanes les pasa una cosa muy curiosa y digna de estudiar atentamente: Ellos hablan siempre de separarse y de no ser españoles, pero cuando el resto de España les acepta el envite y dice que es mejor que se separen, se cogen un rebote y un cabreo fenomenal.

¿Hay algo en los tratados de enfermedades mentales escrito en catalán que explique esta paradoja?

Saludos