Que mal queda a priori decirse compañero de quien nada tenemos en común; y que bien queda cuando ambos metidos en el mismo cajón nos respetamos el uno al otro como es debido, cada uno con sus cometidos y responsabilidades, lamentandose de lo mal que lo pasamos por culpa de ineptos mandos que, no saben ni de donde vienen ni a donde van. Fuimos, somos y serémos unos mandados por otros que ni se les ve ni nos sienten o sea desconocidos no compañeros.
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