Como en España no tenemos experiencia histórica reconocible del inicio, que se pretende democrático, de un proceso de secesión de una de sus comunidades, carecemos de referencias aleccionadoras para juzgar con propiedad el discurso que ayer pronunció Artur Mas en el Parlamento de Cataluña. Descontado que adelantaría las elecciones, no lo estaba que, en la parte final de su intervención, el presidente de la Generalidad se ofreciese como un nuevo padre de la patria catalana que se retirará de la vida pública una vez el Principado obtenga el objetivo de su autodeterminación mediante el ejercicio del derecho a decidir. Para unos, semejantes palabras y propósitos resultarán ampulosos, innecesarios y partidistas; para otros, sencillamente conformarán la actitud de un político que pretende constituirse en un auténtico hacedor del Estado catalán superando el diletantismo -que a mí no me lo parece, pero sí a otros- del catalanismo político y social en el militaron desde el presidente de la primera República a numerosísimos ministros de la Restauración y de la segunda República.

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