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Resultados 1 al 4 de 4
  1. #1

    Condecoración con 90 años de retraso

    PEDRO BLASCO / Madrid
    El Rey Juan Carlos,
    impuso ayer la Laureada de San
    Fernando, máxima condecoración
    española, al Regimiento Alcántara,
    por su heroica actuación en la retirada
    de las tropas en el Desastre del
    Annual, en 1921. Casi todo el regimiento,
    de 600 hombres, incluido su
    jefe, Fernando Primo de Rivera,
    murió en la gesta.
    Con este acto se cierra un expediente
    que se inició en el año 1921,
    se paró en la Dictadura, la República,
    con Franco y en tiempos del anterior
    presidente José Luis Rodríguez
    Zapatero.
    En el desastre murieron unos
    10.000 soldados, muchos de ellos
    sin apenas armas e instrucción.
    Casi 400 fueron hechos prisioneros
    por Abd el-Krim. Cuando Alfonso
    XIII, abuelo del Rey y uno de los
    inductores del desastre, se enteró
    de que pedía cuatro millones de
    pesetas por el rescate, comentó:
    «Qué cara está la carne de gallina». Manda cojo**s lo valiente que fue Alfonso XIII

  2. #2

    Re: Condecoración con 90 años de retraso

    La Familia Real española honra a los héroes de Annual en una histórica y solemne ceremonia

    El rey Juan Carlos impuso la Cruz Laureada de San Fernando en presencia de los Príncipes de Asturias, la infanta Elena y la Familia del Rey
    Después de semanas de intensa actividad por separado, la Familia Real española se dio una histórica cita en el homenaje a los héroes de Annual. Los reyes don Juan Carlos y doña Sofía presidieron hoy en el Patio de la Armería del Palacio Real de Madrid la imposición de la Cruz Laureada Colectiva de San Fernando, la mayor condecoración militar española, al estandarte del Regimiento de Caballería Acorazado Alcántara nº 10, cuya heroica actuación en 1921, en la que murieron casi todos sus miembros, evitó que el número de bajas fuera aún mayor en el desastre de Annual, una derrota militar española ante las tribus rifeñas (originarias de la región montañosa del norte de Marruecos) que redefinió la política colonial de España
    en la Guerra del Rif, también llamada Guerra de Marruecos o Guerra de África.
    Los Príncipes de Asturias y la infanta Elena acompañaron a los soberanos en este acto de entrega de la Cruz Laureada de San Fernando, que no se otorgaba desde 1943 y reconoció con una histórica y solemne ceremonia el sacrifico de los héroes de Alcántara. Soldados españoles, vestidos con los uniformes de la época, depositaron una corona de laurel en su tributo y se recordaron también las últimas palabras que el teniente coronel Primo de Rivera dirigió a sus hombres: "¡Soldados¡ Ha llegado la hora del sacrificio. Que cada cual cumpla con su deber. Si no lo hacéis, vuestras madres, vuestras novias, todas las mujeres españolas dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos".
    Muestra de la trascendencia de la ocasión es que junto a la Familia Real se ha dado cita la familia de don Juan Carlos: la infanta Pilar y la infanta Margarita, acompañada por su marido, Carlos Zurita, así como el Infante don Carlos con su esposa, Ana de Francia. El rey de España y el príncipe Felipe vistieron el uniforme militar correspondiente a su rango y las damas traje de chaqueta y falda. Doña Sofía eligió el color rosa y la princesa Letizia y la intanfa Elena coincidieron en el tono azul.

  3. #3

    Re: Condecoración con 90 años de retraso

    Pues sinceramente me alegro. Ya va siendo hora de que, si no es la sociedad española, sean sus representantes los que rindan homenaje y reconozcan el espíritu de sacrificio y la sangre derramada de sus hijos.
    No fue aquello una epopeya al uso, donde hay chicha para enaltecer grandes victorias de nuestro ejército; todo lo contrario; fue un desastre en toda la regla y un matadero estúpido y evitable. Pero en las derrotas también sale a relucir todo lo bueno de lo que nuestros paisanos son capaces, como es el caso, no solo del Regimiento de Alcántara y uno de los Primo de Rivera que era su jefe. En el resto de unidades que se vieron envueltas en aquél torbellino de muerte, sed, sufrimiento, miedo , histeria, y heroísmo; también se merecen el reconocimiento en unos casos, y la piedad en otros.
    En cualquier caso, repito que me alegro de este reconocimiento, y pienso que deberíamos imitar a otras naciones que hacen, tanto de sus derrotas como de sus victorias, historia y memoria común.
    Señores militares que en el 21 de 1900 disteis lo más preciado que teníais representando al resto de españoles; me quito el sombrero ante vosotros.
    :salu:

  4. #4
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    Re: Condecoración con 90 años de retraso

    A propósito de este tema, no podía dejar de compartir con vosotros como lo ve Arturo Pérez–Reverte. Aunque le abrí un tema específico a él y a sus artículos, éste viene aquí como diseñado a propósito. Que os aproveche.

    A veces se hace justicia, aunque sea tardía. Aunque sólo sirva para conmover las entrañas de los pocos que aún recuerdan. Es cierto que el ondear de banderas tiene algo de sospechoso, pues entre los pliegues de éstas, sin distinción de colores, suele esconderse mucho hijo de ****. Tampoco quienes conceden o reciben medallas son siempre de limpia ejecutoria. Pero a veces hay excepciones; momentos en los que las cosas se hacen como es debido. Y éste es uno de esos momentos. Noventa y un años después del desastre de Annual de 1921, donde 8.000 soldados españoles fueron exterminados por la estupidez de un rey, la venalidad de los políticos -nada hay nuevo bajo el sol-, la incompetencia de los generales y la desvergüenza de numerosos jefes y oficiales, el gobierno español ha concedido la Laureada de San Fernando, con carácter colectivo, al regimiento de caballería Alcántara, que se sacrificó casi en su totalidad para proteger la retirada de sus compañeros. La Laureada es la máxima condecoración militar española, y se obtiene por acciones extraordinarias en combate. Por aquella jornada, el jefe del regimiento recibió a título póstumo la Laureada individual; pero la tropa, como de costumbre, fue olvidada. Ninguno de los intentos posteriores por honrar su memoria tuvo éxito. Políticos y espadones de diversa ideología, desde el general Franco a la ministra Chacón, coincidieron en no querer remover aquello. Pero al fin, para satisfacción de los nietos y bisnietos de esos hombres, se repara la vergüenza.

    Imaginen la escena: las harkas de moros sublevados por Abd el Krim acosan a la desorganizada columna que intenta escapar hacia Melilla abandonando a su suerte a heridos y enfermos. Aquello es una matanza inaudita, y millares de soldados abandonados por jefes y oficiales corren despavoridos, atormentados por la sed, intentando ponerse a salvo. En el camino de Dar Dríus a El Batel y Monte Arruit, la protección de la retaguardia de los fugitivos recae en un regimiento de caballería que todavía se encuentra intacto y bien mandado, el Alcántara nº 14. Su jefe es el teniente coronel Fernando Primo de Rivera, hermano del teniente general del mismo apellido, que en seguida comprende que se está pidiendo a sus 691 hombres que se dejen la piel por salvar a los compañeros. Pero no hay otra. Hace de tripas corazón, arenga a su gente, les dice que toca bailar con la más fea del Rif, y el regimiento, disciplinado y silencioso, se pone en marcha con sus escuadrones protegiendo los flancos y la retaguardia de la columna en retirada. A las cuatro de la tarde, aparte infinidad de escaramuzas parciales, los jinetes de Alcántara ya han tenido que dar su primera carga al galope contra una fuerte concentración enemiga. Pero es en el cruce del río Igán, que está seco y en torno al que se atrincheran miles de rifeños que hacen fuego graneado, donde la columna se arriesga a quedar cercada. Entonces, el teniente coronel les toca a sus hombres la única fibra que a esas alturas, con semejante panorama, cree que puede funcionar: «Si no lo hacemos, vuestras madres, vuestras mujeres, vuestras novias, dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos».Y no lo fueron. Siete veces cargó Alcántara monte arriba y sable en mano, reagrupándose tras cada carga, cada vez menos hombres, más heridos, exhaustos y sedientos jinetes y caballos, una y otra vez bajo la granizada de balas enemigas, entre las zarzas y parapetos rifeños, tan diezmados y agotados al final que la última carga, octava del día, hubo que darla con los caballos al paso, pues ya no podían ni trotar; y aún después se continuó ladera arriba, a pie, combatiendo al arma blanca. Cargaron los soldados, y también el joven trompeta de quince años que llevaba el cornetín de órdenes. Y cuando a la quinta o sexta carga ya no hubo hombres suficientes para cerrar las filas, cargaron también, aunque nadie los obligaba a ello, los tres alféreces veterinarios, y el teniente médico, y hasta el capellán fue adelante con la tropa. Y cuando ya no quedó nadie a quien recurrir, cargaron también los catorce maestros herradores, y con ellos los trece chiquillos de catorce y quince años de la banda de música del regimiento; que, como el joven corneta de órdenes, murieron todos. Y al anochecer, cuando los supervivientes consiguieron llegar a la posición de El Batel, agotados, llenos de heridas, caminando entre las sombras con sus extenuados caballos cogidos de la brida, de los 691 hombres del regimiento sólo quedaban 67. Desde luego, aquel 23 de julio de 1921 los del regimiento Alcántara cumplieron con su teniente coronel. A ellos, ninguna madre, mujer o novia los llamó cobardes.

    http://www.perezreverte.com/articulo...-de-alcantara/

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