La medida más corriente de hacer fraude con monedas antiguamente consistía en recortarlas, haciéndolas un poco más pequeñas, para quedarse con el valioso metal de oro o plata.
El paso siguiente en falsificación era adulterar el metal, fundiendo o prensando cospeles de aleaciones pobres, o metiendo un núcleo de plomo forrado en metal. De ahí la costumbre antigua de morder la moneda o tirarla para oír su sonoridad.
Inglaterra tenía tal problema con la falta de moneda ocasionada por la especulación del metal y las falsificaciones que hizo al propio Newton director de la casa de moneda de Londres, dedicándose a ahorcar falsificadores desde entonces, dejando sus trabajos científicos.
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