Joder. Esto se acumula.
Voy a ver qué resultado da la receta de la abuela con los mosquitos trompeteros. Lo malo es que he ido al DIA y el azúcar es rubio. De moreno nada. Luego veré .
Lo de las colillas.
El día que te que viste caer la colilla, solo te quedó acordarte de toda su parentela y decirle que la próxima colilla se la meta por la parte trasera de la retaguardia, en voz alta y perfectamente audible hasta la otra esquina de la calle. Suele dar resultado inmediato.
El susodicho desconoce sí ha sido descubierto y trata de recoger velas de inmediato. Luego solo queda poner un poco cara de poker durante unos días cuando te cruces con los vecinos del eje superior. Tú no tienes que decir nada. Solo poner un poco el morro. Buenos días y buenas tardes y punto.
Yo, por desgracia he tenido algunas “trifulcas” de vecinos. Suelo actuar en plan “alianza de civilizaciones” en principio; pero cuando advierto que las distancias entre civilizaciones son insalvables actúo con contundencia.
Hace años una señora mayor regaba los tiestos con regadera como si aquello fuera o fuese la pradera de San Isidro. Como según la señora sus tiestos eran sus tiestos y el vecino de abajo ( un servidor) era lo de menos; un día me compre unos metros de manguera y después de que me puso la terraza perdida, la conecté al grifo, pedí presión, y asomando medio cuerpo por el balcón la “devolví” ( con creces) el agua “perdida”. Dio resultado.
En otra ocasión (más cercana en el tiempo) fue la celebración de un cumpleaños en la terraza de un ático, en pleno verano, y que se alargaba hasta ya no sé qué hora. Tras el pertinente ¡¡quiero dormir!! Acompañado del reglamentario por favor y sin que aparentemente nadie me hiciera caso; opté por un contraataque ( yo hubiese preferido vestirme y añadirme al fiestorro, pero la jefa no me dejó). Así que monté los altavoces en mi terraza, puse la colección del Antonio Molina, y le di mecha. No terminó la faena en la mina D. Antonio, cuando los interfectos se dieron por aludidos y comprendieron el significado de la palabreja intimidad.
Claro que aquí en mi calle nos conocemos todos, y desde que por navidades cuelgo al muñeco de Santa Claus en la terraza por el cuello, todos me respetan.
De vecinas chalás y conyugues descendientes de Job, mejor no hablar. Debe ser algo genético o que lo da la edad.
El martillo.
Venga Sr. Lopéz. Ya sabes tú por qué es eso del cristalito. No quieras meter cizaña. Lo verdaderamente raro es encontrar el jodido martillo en su sitio si alguna vez se necesita.
Me voy al super a ver si consigo azúcar moreno.