Los políticos son como las faenas regulares de los toros; siempre hay división de opiniones en cuanto a su actuación.
Pero primero habría que ver claramente que es un buen político para poder convenir en otorgarles el mérito, y como en la política confluyen tal cantidad de marrullerías y está tan bajo el precio de su estima, tropezamos con grandes dificultades de entrada.
Normalmente se designan buenos en su actuación aquellos que llenan cumplidamente el objetivo de sus afanes. Es un buen ladrón de bancos el que los asalta de mayores caudales y no le pillan, así como es un buen carterista el que bien las afana.
¿Pero cuales son los cometidos reales de un político?
Ahí es nada, porque los más esperan de ellos que beneficien a su grupo aún a expensas del derecho de los otros. Así pasó por ejemplo con los políticos de la funesta República, que por intentar llevarse cada cual el ascua a su sardina, acabaron con el país en el mayor de los desastres.
Y es que la política como se sigue practicando hoy en día en estas tristes tierras, tiene mucho de cohecho, prevaricación, caciquismo, partidismo, mentira y engaño, ignorancia de las cosas, amiguismo y nepotismo... y un sinfín de bellaquería.
Claro que también puede ser que el que más prevarica y felonea, por llenar mejor los contenidos de la política, sea el mejor político.
¿Por qué no?
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