Es que muchas veces queremos decir tantas cosas a la vez, que al final nos resulta un batiburrillo que hasta nosotros mismos difícilmente lo entendemos. Pero eso es un problema menor pues hasta el mejor escribano de vez en cuando echa un borrón.
A veces el asunto está en el tejado de enfrente y lo que pasa es que ni después de explicarnos nos quieren comprender. Hay un dicho muy antiguo por ahí que dice que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y a fe mía que es verdad.
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