Fue Camilo Alonso Vega el que, teniendo Franco el decreto de disolución sobre la mesa, le convenció sobre las bondades de la Guardia Civil en la lucha contra el bandolerismo. Franco, que tenía sus dudas ya que la mitad de la Guardia Civil -como la mitad de España- había sido fiel al gobierno republicano, al final cedió y no firmó el decreto.
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