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PIRA
Artículo de opinión de Alberto García Llana: "Índices correctores"
Una de las cuestiones más de moda entre los profesionales de la Guardia Civil es la conocida como índices correctores y se trata, en pocas palabras, de una forma de compensar el especial esfuerzo que requiere realizar el servicio en horario nocturno o festivo. Estamos en una fase adelantada del proyecto que regulará en un futuro próximo la jornada laboral de los miembros del Cuerpo y tales índices correctores conforman una aspiración tan deseada que, de no conseguirlos, se generará un malestar colectivo que no augura nada bueno.
Existen variadas razones para que la Administración no acceda a conceder los repetidos índices correctores. Todas y cada una de esas razones podrían competir en un concurso de estupideces y resultaría difícil otorgar un solo premio. No obstante, y como la mayoría de las veces resulta más sano física y mentalmente afrontar las cosas con un toque de sarcasmo, me he dicho que la verdadera razón de que la Administración no quiera aplicar la misma jornada laboral a los policías y a los guardia civiles reside en que en la Benemérita, los repetidos índices correctores existen desde el momento mismo de su fundación, hace 170 años.
En lo que a mí respecta, siempre los he tenido presentes, los he notado, los he visto e, incluso, los he padecido, como suele ocurrir a quienes realizan el servicio propio del Cuerpo y no el que les sale de la bisectriz del cuerpo. De hecho, es algo que recalcan hasta la saciedad desde que entras en la Academia y conforma el núcleo principal de la labor de institucionalización que en ella se desarrolla. En resumen, que siempre debes tener presente que cualquier superior puede dirigir su dedo índice hacia tu persona y decir las palabras mágicas: te voy a corregir. ¡¡Et voilà!! la esencia no descrita en cartilla, reglamento, orden general o circular alguna ha desplegado sus efectos estimulantes y cualquier atisbo de lógica o justicia se disipa cual suspiro en el aire.
Una de las situaciones más sorprendentes y repugnantes que he vivido en el Cuerpo se remonta a mi primer destino. Imagino que la juventud e inexperiencia también aportarían su grano de arena, unido al hecho de que por carecer de conexiones directas o indirectas con la Institución no estaba previamente advertido de lo que podía llegar a suceder intramuros. El caso es que estaba sentado en el patio del cuartel en una tarde veraniega, charlando con unos compañeros, cuando vimos salir por el portal de uno de los edificios a un guardia acompañado de su mujer y sus dos hijas que se disponían a dar un paseo y disfrutar de la agradable temperatura, cuando desde el balcón de una vivienda, en el tercer piso de otro edificio, asomó el oficial al mando de la Unidad. Observó el patio (después pensé que seguramente llevaba tiempo oteando en espera de ese preciso momento), y cuando vio al guardia acompañado de su familia, elevó la voz con el fin de ser escuchado por todos los habitantes del cuartel, aunque se hallaran en el interior de sus casas, y pronunció el nombre del infortunado. El susodicho adoptó la postura de firmes ya que la voz del oficial presagiaba tormenta y mirando hacia arriba pronunció el consabido a sus órdenes mi.... El oficial le preguntó que a dónde se dirigía y tras la obvia contestación del subordinado dejó claro que de eso nada de nada, que se considerara arrestado desde ya y que volviera a su pabellón. Los detalles del arresto, de la privación de libertad, de la humillación pública, de la vejación ante su propia familia, del hecho caciquil, se los entregaría al día siguiente. Así de fácil resultaba aplicar los índices correctores hace no muchos años. Y no hemos mejorado demasiado en ese sentido (o sinsentido).
En una conocida película titulada “El hombre que pudo reinar” los dos protagonistas tienen una escena en donde uno de ellos le recrimina al otro la dureza de la disciplina que aplica, siendo contestado que, de no temer más a los superiores que a los enemigos, no habría forma de obligar a los soldados a dar su vida por la patria. En otro film denominado “Enemigo a las puertas” envían a unos pobres soldados a lanzarse casi desarmados contra las trincheras enemigas, con la advertencia de que no se tolerará la retirada. Una vez iniciado el ataque colocan en la retaguardia varias ametralladoras con el sano objeto de acribillar a quienes den media vuelta o duden en sacrificar su vida, tal y como se les ha ordenado.
En esencia, los índices correctores existentes en la Guardia Civil siguen esta línea de pensamiento. Resulta una manera barata y muy eficaz de conseguir las metas que el mandamás de turno se ha propuesto, como demuestra la historia del Cuerpo, y se erige en una de las razones que explican la longevidad de la Benemérita. Por ello auguro que no se concederán los índices correctores que reclama la inmensa mayoría de profesionales de la Guardia Civil, pero los otros índices correctores seguirán señalando el camino a seguir por las futuras generaciones guardiacivileras.