Bien. Parece que ahora el hilo retoma un camino racional de exposición de opiniones, y me agrada el constatar que en general las ideas están bastante claras respecto al desastre ( porque es un desastre político) navarro.
Dice el señor NEYER1 que la culpabilidad está en jueces y gobiernos que han permitido llegar a este punto, y creo que tiene razón. Unos de una manera y otros de otra, pero culpables son aquellos que dejaron que fuesen legales en contra de sentencias jurídicas, y culpables son también aquellos que, teniendo las facultades de hacerlo, no han sido capaces de tener el valor político de ilegalizarlos. Luego podríamos discutir sobre culpabilidades indirectas a través de los sacrosantos votos, y liarla un poco más si metemos en el saco el concepto de estafa política y de traición. Todos estos elementos se juntan en este y en otros problemas . Pero yo siempre digo que para entender un río hay que conocerlo desde su nacimiento hasta su desembocadura pasando por sus afluentes, y en este caso todo proviene de un problema en el que todos somos culpables por cómplices, unos por acción y otros por omisión y querer mirar para otro lado.
Todo viene de la aceptación como base de una inmensa mentira histórica, que tan buenos resultados ha dado, que ha sido adoptada para la obtención de beneficios políticos, hasta por algunas aldeas perdidas en la geografía española. Como bien ha apuntado Heraldo 74 ( supongo que es el año de nacimiento y por tanto con la suficiente sabiduría para saber bien lo que dice) se inventan patrias artificiales, se tergiversan etnias de la edad del hierro, se generalizan caracteres genéticos, se eliminan de un plumazo reinos y se crean “países”. Luego ya solo hay que ir metiendo la idea y el concepto en un pueblo acostumbrado a que otros piensen por él y que hace más caso a la cultura de las películas que a la de los científicos e historiadores y el resultado aquí lo tenemos.
Cada vez que veo en los pueblos navarros esa bandera inventada hace dos días y la aceptación de una parte de mis paisanos de semejante estafa política y geográfica, me entra una profunda tristeza y un cabreo enorme.
Todavía recuerdo cuando aquello empezó con la llamada “guerra de las banderas”, como los colaboradores indirectos aseguraban que daba igual una bandera que otra, que si se los dejaba se acabarían los conflictos y todos tan contentos.
Estaban equivocados, y la constatación está a la vista.